El mundo de la medicina ha sabido darle cada vez más
importancia a la mitigación del sufrimiento y del dolor en pacientes de
enfermedades graves como el cáncer. Esto se refleja en el avance de la medicina
paliativa.
La aplicación de los cuidados paliativos ha recibido un gran impulso por parte de los diferentes tipos de evaluaciones diseñadas para entender mejor aquellas expresiones de las enfermedades graves como el cáncer que van más allá de un análisis de laboratorio.
Esta disciplina incluye todas aquellas acciones que
contribuyan en aliviar el sufrimiento, considerando el entorno familiar,
psicosocial y espiritual del paciente.
Entre los recursos de que se vale la medicina paliativa se
encuentra el control de síntomas. El control de síntomas permite al médico
especialista tomar en consideración otros factores, además de los análisis
clínicos, para el diagnóstico, la evaluación y el seguimiento del paciente.
El primer paso para iniciar la atención en cuidados
paliativos es la historia clínica. En ella se deberá considerar toda la
información del paciente referida a sus síntomas, su situación funcional y
emocional, su entorno psicofamiliar, el pronósticos de su enfermedad, así como
aspectos emocionales y espirituales.
Para medir estos factores, existen diferentes escalas, cada una enfocada en un área distinta: evaluación de síntomas, evaluación funcional y evaluación de la calidad de vida.
La historia clínica de cuidados paliativos es donde el
paciente explica cómo se siente, explica la intensidad, frecuencia y
localización del dolor y otros síntomas, para dejarlo expresado en el documento
clínico.
Para la medición del dolor existen escalas muy útiles. La
escala McGill, por ejemplo, por la cual el paciente expresa la naturaleza de su
dolor desde cuatro dimensiones, o el Brief Pain Inventory, que se enfoca en
evaluar el impacto del dolor en la vida diaria del paciente.
Para la evaluación física y emocional, existe la escala Edmonton Symptom Assessment System (ESAS) que organiza nueve síntomas en una escala del 1 al 10, desde no sentir ningún dolor hasta el peor dolor posible; la escala Support Team Assessment Schedule (STAS)1, que evalúa el control de dolor y síntomas, la ansiedad, la información, la calidad de la comunicación del paciente con sus familiares y los especialistas, entre otros aspectos, y el Palliative Outcome Scale, de gran utilidad para evaluar el desempeño del equipo responsable de brindar cuidados paliativos al paciente.
Este tipo de evaluación permite definir las características
del tratamiento y de los cuidados que recibirá el paciente, en base a los
grados de autonomía o los cambios en el nivel de dependencia que refleje.
Entre las herramientas más conocidas, esta la Escala de
Karnofsky (KPS) que busca entender hasta qué punto el paciente es capaz de
continuar con sus actividades cotidianas, laborales y de autocuidado. O la
Eastern Cooperative Oncology Group (ECOG), más utilizada en oncología.
Una de las evaluaciones más integrales para cuidados paliativos es la Edmonton Functional Assessment Tool (EFAT). Esta es una escala que incluye aspectos relacionados con niveles de alerta, movilidad, actividades básicas de la vida diaria (ABVD, para las que también existen escalas específicas), balance muscular, entre otros. Entre sus fortalezas está su buena correlación con la KPS y la ECOG, aunque su complejidad significa el uso de más tiempo para ser completada.
Este aspecto es uno de los más difíciles de analizar debido
a su carácter subjetivo, por lo que no existe una definición consensuada sobre
lo que significa.
Sin embargo, algunas escalas de medición de la calidad de
vida del paciente han logrado cierta aceptación y consenso en la comunidad
médica.
Entre las observaciones realizadas a través del uso de las
correspondientes escalas (QLI, Uniescala Spitzer, TIQ, QLQ30), destaca que la
calidad de vida cambia a medida que evoluciona la enfermedad, que el deterioro
de la calidad de vida implica un deterioro de la actividad funcional en la
mayoría de los casos, que este deterioro se concentra en las dos últimas
semanas de vida, y que la calidad de vida relacionada con la vida social y el
dolor no empeoran aunque sí suceda un deterioro global de la calidad de vida.
La importancia de la inclusión de este tipo de mediciones,
como parte de la atención del paciente, es que permite ponderar, revisar y
ajustar la manera en que se evalúa la gravedad de una enfermedad, al mismo tiempo
que se reduce el sufrimiento del paciente al recibir una atención más integral
y un tratamiento más humano.
Fuente:
María Nabal, Antonio Pascual y Antonio Llombart. Valoración general del paciente oncológico avanzado. Principios de control de síntomas. Aten Primaria. 2006;38(Supl 2):21-8. Pags. 21-28.